Restos de la antigua Keta. |
Boyal Emmanuel despierta
de la madrugada y comienza a preparar sus redes para salir en busca del
sustento diario. Se detiene en la puerta de su pequeña casa y mira hacia el
mar, del que sale un ronquido que él conoce muy bien. “Habrá tormenta”, se dice
al tiempo que sigue preparando sus artes, pero no se sustrae a la tentación de
mirar una y otra vez hacia la masa de agua que ruge imponente, mientras las ráfagas de viento, a
ratos, se hacen sentir sobre el techo.
Antes de clarear la
mañana, Emmanuel desiste de salir en su bote, después de varios intentos; se
dispone a poner a buen recaudo su pequeña embarcación, mas no puede. La
tormenta llega con su canto de guerra. El mar se alza sobre Keta, pueblo de
pescadores, y ansía devorarlo todo. El joven marino se da cuenta de lo que se
aproxima y por ese instinto de salvación, corre en sentido contrario a la masa
de agua, alejándose de la costa.